IROKE IFÁ
El pueblo yoruba es un grupo étnico de unos treinta y cinco millones de habitantes que desde el primer milenio antes de Cristo ha vivido en lo que hoy es Nigeria y en sus vecinos Benín y Togo. Para las personas interesadas en la mente el estudio de los yoruba podría resultar especialmente gratificante debido a su particular forma de abordar los problemas. En la cultura yoruba, aquellos cuyas mentes les han estado perturbando, tradicionalmente van a visitar a una figura especial llamada babalawo. Según los yoruba, los problemas mentales son casi siempre el resultado de discordias en nuestras relaciones con nuestros ancestros muertos, quienes habitan un mundo espiritual invisible, pero activo —orun—, diferente del reino tangible cotidiano, el aiyé. En una consulta espiritual conocida como daf, un babalawo examinará el ori (el estado mental) de quien sufre, que está determinado por la interacción entre el pasado y el presente. Sólo examinando y resolviendo el pasado se puede liberar el verdadero potencial (ori inu). Como parte del proceso de curación, el babalawo utilizará un objeto muy preciado llamado iroke ifá, un instrumento de madera, con el que comienza a golpear rítmicamente en el suelo, mientras le pide al paciente que describa sus síntomas y los conecte con cualquier familiar que se le ocurra. El sonido del iroke ifá crea una atmósfera especial que ayuda a relajar al paciente y hacerlo más receptivo a las intervenciones y consejos del babalawo. El sonido llamativo también pretende iniciar una conexión directa con los perturbadores ancestros de arriba. El diseño del instrumento muestra una figura solemne arrodillada que representa al que sufre, en cuya cabeza está tallado un pájaro divino con el poder de volar hacia orun y conectarse con los muertos invisibles. El babalawo no se limita a hablar de un antepasado determinado con su paciente, sino que le habla directamente como un mediador para resolver lo que está en juego. Alguien podría llegar, por ejemplo, quejándose de sentirse un impostor en el trabajo y de su tendencia a sabotear sus mejores esfuerzos profesionales. El babalawo podría sugerir que su éxito en los negocios podría ser amenazante o humillante para el padre fallecido hace mucho tiempo y que el cliente describió como una figura severa y tiránica. En ese momento, el babalawo podría hacer una de dos cosas: tener una conversación con el padre y explicarle que su descendencia tenía todo el derecho a prosperar y realizar su ori inu; o, si el padre parece resistirse a la discusión y continúa pareciendo vengativo, entonces el babalawo lo desterraría firmemente a lo más profundo del mundo espiritual y le prohibiría volver a intervenir en la esfera cotidiana, en el aiyé. O alguien podría estar sufriendo la sensación de que una abuela muy querida se siente sola y enferma en el mundo de los espíritus, y que lo acosan sentimientos de culpa hacia ella, que aparecería cada vez que intentara divertirse con amigos o con su pareja. Aquí también el babalawo llamaría al antepasado con su iroke ifá y, junto con el paciente, exploraría personalmente cómo le está yendo a la pariente. El babalawo alentaría al cliente a decirle todo lo que quisiera, a ofrecerle palabras de consuelo y luego, idealmente, a despedirse apropiadamente y a ponerla en un sueño profundo y reconfortante, nuevamente seguro de que su espíritu podría de ahora en adelante descansar y dejar tranquilos a los vivos. El mundo occidental se enorgullece enormemente de la inteligencia psicológica que condujo al surgimiento de la psicoterapia. No se necesita denigrar los logros detrás de esta disciplina para darse cuenta de que mucho de lo que se creía descubierto en la era moderna puede que en realidad ya se conozca desde hace mucho tiempo, aunque en términos ligeramente diferentes. Es posible que incluso nosotros mismos queramos buscar una o dos sesiones con un babalawo, cuya autoridad mística y sonido rítmico podrían finalmente silenciar a los más persistentes de nuestros antepasados que hasta ahora han evadido el alcance de la terapia occidental.