EMPRESA
Lo que a muchos de nosotros nos encantaría hacer (si tuviéramos la confianza o el coraje) es montar nuestros propios negocios. Pero aquí, como en tantos otros campos, lo que puede disuadirnos es la desalentadora sensación de que seguramente ya se ha hecho todo; obviamente, el mundo no necesita otra panadería, otra frutería, otra tienda de ropa u otro fabricante de cremas para la piel. Ese pesimismo quizá sea la señal de una concepción acomplejada y equivocadamente estrecha de para qué sirven realmente los negocios. El fin último de toda empresa no es hacer dinero, es satisfacer las necesidades humanas. Dicho de manera más coloquial: es hacer feliz a la gente. Y una vez que planteamos la cuestión, lo que rápidamente vemos es que las empresas en su conjunto no han comenzado a cumplir su —digámoslo así— misión antropológica, porque los seres humanos todavía somos fascinantes y —permítaseme decirlo de esta manera— inspiradoramente desgraciados, miserables. Por supuesto, hay algunas áreas en las que las empresas han aprendido a satisfacer bastante bien nuestras necesidades. El mundo realmente no necesita otra marca de cereal para el desayuno. El mercado del papel higiénico está saturado. Ya tenemos suficientes camisetas blancas, zapatillas o judías verdes. Pero si buscamos identificar brechas empresariales, sólo necesitamos repasar un día normal en la vida de la gente y observar todas las facetas de la vida en las que seguimos sin estar satisfechos. A pesar de los millones de empresas que existen, todavía no hay a quién llamar cuando nuestra pareja se pone de mal humor. Casi nadie parece ofrecernos un servicio que nos ayude con la inexplicable tristeza del domingo por la tarde. No hay empresas que nos ayuden a tener conversaciones interesantes. No hay ningún producto que nos prometa mejoras rápidas en las relaciones entre padres e hijos. En resumen, en una amplia gama de asuntos, todavía estamos luchando por alinear disciplinas comerciales e industriales con las penas y las esperanzas más íntimas de nuestras mentes, de nuestros cuerpos. Cada área de frustración, dolor, fricción, anhelo y aburrimiento es un negocio esperando nacer. Y el beneficio no es económico, la recompensa consiste simplemente en alcanzar una comprensión superior de los deseos más extraños de auténticos desconocidos. El emprendimiento apenas comienza.