SUFRIMIENTO
Ella piensa que el cristianismo es honesto precisamente por la idea de que la vida está cargada de sufrimiento. Adopta la opinión de que la pérdida, la culpa, el fracaso, el arrepentimiento, la enfermedad y la tristeza siempre encontrarán formas de aparecérsenos. Son inevitables. «Y nuestros problemas necesitan algún tipo de ayuda práctica, por supuesto», dice, «por eso el cristianismo identifica también otra necesidad: que nuestro sufrimiento tenga cierto honor, cierta dignidad». Cree que esta imagen de la crucifixión, salida de las manos de Velázquez, dignifica el sufrimiento: porque muestra a un hombre bueno (perfecto, de hecho) siendo humillado, herido y finalmente asesinado. Muestra un hombre tiernamente comprensivo con el dolor. No histérico. No vengativo. Cree que esta imagen nos invita a contemplar la centralidad del sufrimiento en el logro de todos los objetivos valiosos: en lugar de enfocarse en el momento de la realización, cuando uno siente y goza la alegría de un éxito, dirige nuestra atención a los momentos de dificultad y sacrificio; acaso los más importantes, los más dignos de admiración. «A mí me fortalece un poco, y me ofrece consuelo, para las duras tareas de la vida», concluye.