FUTURO
En 1865, dos ilustradores franceses y un escritor de ciencia ficción se refugiaron en un apartamento de París y se pusieron a trabajar imaginando un viaje a la Luna. Se preguntaron cómo debería ser un cohete y dibujaron algo con múltiples secciones que podrían descartarse al salir de la atmósfera, dejando sólo una pequeña cápsula de acero brillante para dirigirse a la Luna. Se preguntaron desde dónde se podría lanzar y, después de algunos cálculos de velocidades de escape, se decidieron por Florida. Se preguntaron cómo debería llamarse, y se les ocurrió Columbiad. Especularon sobre cómo podría regresar a la Tierra y tuvieron la idea de que podría amarizar en algún lugar en medio del Pacífico. Durante una transmisión de televisión a bordo del Apolo 11, 104 años después, Neil Armstrong mencionó a Julio Verne como una de las razones por las que él y su tripulación llegaron a la Luna. El poder del arte ayuda a imaginar las vidas que se quieren tener antes de tener la capacidad de llevarlas a cabo realmente. Verne y sus ilustradores, en su época, no sabían exactamente qué mecanismos de propulsión serían necesarios: no habían comprendido mucho sobre los aspectos más finos de los trajes presurizados, la gravitación lunar o las radiotelecomunicaciones. Pero estos eran, en el esquema más amplio de las cosas, detallitos. Lo que contó fue que estos artistas habían tenido la audacia de soñar y llegar a imágenes que pudieran guiar esfuerzos incrementales posteriores. Puede que no sea la Luna a la que uno necesita llegar, pero una imagen del futuro puede ser igualmente importante para guiarse hacia sus objetivos particulares. Quizás se necesite una imagen de cómo sería estar casado o divorciado, cómo uno podría montar su propio negocio, cómo sería vivir en otro país, jubilarse anticipadamente o formar un nuevo y mejor grupo de amigos. Uno está tan obsesionados por el fracaso y el juicio que anula la mayoría de sus planes mucho antes de que hayan tomado forma. La mente está demasiado asustada como para permitirse siquiera especular sobre lo que anhela. El arte puede convertirse en el mapa de un futuro que todavía es demasiado tímido para concretarse; pero puede marcar el camino y esperar unos años –o un siglo– hasta que pueda ponerse al día.