FRESAS 2
A lo largo del siglo XX muchas personas llegaron a creer que la tarea del arte era despojarnos de nuestras ideas más agradables y dirigir nuestra atención exclusivamente hacia los aspectos más sombríos de la existencia. Se pensaba que nuestro problema es que tendemos a ser excesivamente alegres, y por eso necesitamos que el arte nos conmocione para reconocer las verdades más oscuras, especialmente sobre nosotros mismos. Uno de los héroes de este enfoque fue Lucian Freud, nacido en Berlín en 1922, nieto del fundador del psicoanálisis y un temprano refugiado de la persecución nazi. Lucian Freud era conocido por ser un borracho prodigioso. Sus obras más celebradas son retratos, severos y enormes, la mayoría desnudos, que sondean y exponen implacablemente la profunda soledad, ansiedad y confusión de sus modelos. Pero esta diminuta obra, de apenas unos centímetros, tiene un propósito muy diferente. Él observa un pequeño recipiente de fresas perfectamente maduras, como corazones, que se acurrucan suavemente sobre un lecho gris verdoso de hojas. Y casi podemos percibir la delicada fragancia y la intensa dulzura fresca de la fruta. La obra nunca fue exhibida en vida del pintor. Ni siquiera la puso en venta. Fue un regalo íntimo para un amigo íntimo, con quien recién había sido, como lo era con casi todo el mundo, exigente y difícil. Y acaso podemos ver esta naturaleza muerta en miniatura como un autorretrato tímido y un intento indirecto pero conmovedor del artista de transmitir que las peores cosas de la vida, que con tanta frecuencia se muestran, no son toda la historia. No todo es tan terrible. Muchas veces la necesidad más urgente del arte es rescatar los elementos más pequeños, más dulces y discretos de la delicadeza, la ternura, la bondad y la buena voluntad. Anhelamos que los demás conozcan y aprecien esas partes de lo que también somos, pero una vez han sido magulladas después dudamos en exhibirlas. Quizá por eso es tan encantador cuando un artista, que al menos es tan mala persona como cualquier otra, da el primer paso y corre el velo hacia lo bueno.