GARABATOS
Toda su vida Louise Bourgeois tuvo problemas para dormir. Por lo general, se despertaba alrededor de las dos de la mañana y no podía volver a dormirse hasta las cinco. La atormentaban los recuerdos de su padre dominante; la aterrorizaban el fracaso y la pobreza; le preocupaba lo mucho que todavía deseaba hacer y lo poco que había logrado ante su propia mirada severa. Luego, en los 90, Bourgeois, que para entonces rondaba los 80 años, decidió aprovechar sus horas de insomnio. Mientras todavía estaba acostada en la cama, creó un notable conjunto de obras diseñadas para estabilizar su mente, contener sus pensamientos más viciosos y devolverle la serenidad y la autoaceptación. A estos los llamaría sus "dibujos de insomnio", de los cuales había más de 200. Lo que puede conmovernos es lo aparentemente simples que son: hay líneas, bucles, cuadrados, tramas cruzadas y puntos repetidos; hay garabatos, orejas y aparentes pies pequeños. Para apaciguar su mente implacable, esta artista enormemente sofisticada y vibrante necesitaba algo repetitivo, preciso y absorbente a lo que aferrarse. Mientras recorría el papel con su bolígrafo rojo, lentamente y con un aire de concentración casi infantil, otro lado de la conciencia podía ponerse a trabajar para digerir sus experiencias, reorganizar su sentido de la perspectiva y rebatir sus miedos. El insomnio era la venganza de su mente por todos los pensamientos que cuidadosamente había omitido tener durante el día; y ahora, en la madrugada, con sus dibujos como aliados, podía devolver el orden a sus emociones. Lo que Bourgeois necesitaba en aquellos momentos de miedo no era nada técnicamente sofisticado: necesitaba una forma sencilla de estabilizar una complejidad latente que amenazaba con abrumarla. Cuando a uno lo visitan estados de ánimo igualmente contraproducentes, podría beneficiarse de disciplinas análogas: caminar con cuidado alrededor de un árbol, quitar las malas hierbas de una maceta, reorganizar un armario o limpiar el interior de un cajón de cubiertos. No resolverá sus problemas directamente, pero calmará los terrores dándoles a yoes más sabios y menos alarmados la oportunidad de regresar y tomar las riendas. Bourgeois nos enseña que la contención del pánico, aparentemente ingenua, pero en el fondo inteligente y estratégica, debería contarse entre las más altas de nuestras tareas mentales.