CRÁTER
La explicación es tan peculiar y contraintuitiva que no es de extrañar que la releguemos al fondo de la mente y nos resistamos a darle el lugar que le corresponde en la conciencia colectiva. Y sin embargo la evidencia es —por ahora— incontrovertible: buena parte de quiénes somos y de cómo se arraigó la vida en el planeta se explica por la llegada de asteroides y cometas. En los primeros días de la Tierra, hace 4.500 millones de años, todo estaba completamente seco, sin vida e inerte, hasta que, hace unos 3.800 millones de años, el planeta sufrió lo que se conoce como un Bombardeo Intenso Tardío. En este periodo, de aproximadamente 100 millones de años, los planetas gigantes fueron expulsados de sus órbitas normales y los objetos esparcidos en la trayectoria de los planetas terrestres. Unos cien mil asteroides y cometas de todos los tamaños se estrellaron contra una Tierra sin atmósfera, y a bordo de estos objetos extraterrestres llegaron los ingredientes centrales para la vida: el agua de los océanos, el calcio de los dientes, el potasio del cerebro, el carbono del cabello, la glicina de las células, la ribosa del ADN, etcétera. Desde entonces, las pruebas han estado bien ocultas. Podemos ver bastante bien la superficie picada de la Luna o de Marte a través de nuestros telescopios, pero en la Tierra el manto de vida ha disfrazado hábilmente la historia de sus orígenes. La mayoría de los cráteres fueron camuflados por la vegetación o la erosión. Sólo quedan alrededor de un centenar de lugares de impacto que se pueden ver en cualquier parte del mundo. Durante mucho tiempo, los habitantes de Arizona se negaron a aceptar su cráter. Muchos lo tomaron por un volcán; para otros se trataba simplemente de una montaña. Pero un experto en meteoritos local, Harvey H. Nininger, insistió en la teoría extraterrestre. Recorrió la zona —60 kilómetros al este de Flagstaff— recogiendo pequeños fragmentos del supuesto meteorito, escribió un libro titulado Un cometa golpea la Tierra y fundó el Museo Americano de Meteoritos no lejos del borde del cráter. Las opiniones científicas concuerdan: se estableció que el gran agujero en el suelo existe porque hace 50.000 años, durante el Pleistoceno, un meteorito de níquel y hierro de 50 metros de ancho se estrelló contra Arizona a 12,8 kilómetros por segundo, liberando tanta energía como unos 10 megatones de TNT. Por suerte, este es uno de los cráteres más fotogénicos, por lo que podríamos optar por fijar una imagen suya en la puerta del refrigerador y recurrir a ella cada vez que tengamos la tentación de encender y exhibir cierta superioridad moral o cualquier ridículo atisbo de grandiosidad.