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CUADERNO DE INTEGRACIÓN SOCIAL

[entrecruzamientos entre artes y humanidades, bienestar social y mental, con unos toques de poiesis y eudemonía]

CUADERNO DE INTEGRACIÓN SOCIAL · espejos, ventanas, lentes

[entrecruzamientos entre ciencia, artes y humanidades, bienestar social y mental, con unos toques de poiesis y eudemonía]

RESTAURANTE

A veces tenemos la impresión de que hay algo inevitable y automático en la forma en que decidimos que ciertos lugares son hermosos y vale la pena visitarlos. Parece, por ejemplo, completamente normal querer ir a contemplar Ámsterdam o Nueva York, los campos de Provenza o la costa de Normandía, los moteles solitarios de EEUU o los cafés de París. Quizá estamos pasando por alto hasta qué punto nuestro sentido de lo bello ha sido moldeado a lo largo del tiempo por artistas cuyo trabajo ha configurado nuestra mirada y nos ha hecho percibir cierto encanto en lugares bastante específicos. ¿Pasaríamos de largo por esos sitios si no hubiésemos sido artísticamente inducidos a querer experimentar sus virtudes? Puede parecer que los artistas sólo reflejan la realidad, pero no existe la realidad en sí, sólo una infinidad de realidades posibles entre las que un pintor o un fotógrafo hará una cuidadosa selección para desentrañar una visión que posea especial interés y resonancia. Elegirán sólo ciertos momentos del día, descartarán todos los tipos de luz excepto una, recortarán sus imágenes para centrar nuestra atención en un punto muy preciso. El resultado: una belleza que de otro modo podría haber permanecido latente y fatídicamente mezclada con todo lo demás. Y luego se nos hace imposible ya no verla. Podemos pensar que hemos elegido nuestros itinerarios, pero, en realidad, es Van Gogh quien nos ha sembrado el deseo de ir a conocer Provenza, Vermeer y de Hooch quienes nos han incitado a visitar Holanda, Monet quien nos ha enseñado a apreciar la costa normanda, Edward Hopper quien nos ha hecho querer viajar por los caminos solitarios de los Estados Unidos rural, y Caillebotte quien nos dio instrucciones específicas sobre cómo amar las calles de París. Lo que hace que la imagen de George A. Tice de un restaurante en Nueva Jersey sea pertinente es que se trata de un lugar que muy probablemente habríamos descartado como banal y, no obstante, también uno que, tras el lente de Tice, podríamos llegar a reconocer como digno y seductor. El encanto siempre estuvo ahí. Tice no se lo inventó, pero lo identificó y lo puso de relieve. Había que hacer que nuestros ojos se dieran cuenta de la solemnidad de aquellos dispensadores de café y té, del mensaje ALL BAKING DONE ON PREMISES y del modesto refinamiento de esa misteriosa máquina cromada de catering. Hay tantas partes del mundo que son hermosas e interesantes y que carecen de artistas que puedan ayudarnos a apreciarlas.

George A. Tice. St. George Diner, Linden, N.J., 1973.

Carlos Castro Rincón