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CUADERNO DE INTEGRACIÓN SOCIAL

[entrecruzamientos entre artes y humanidades, bienestar social y mental, con unos toques de poiesis y eudemonía]

CUADERNO DE INTEGRACIÓN SOCIAL · espejos, ventanas, lentes

[entrecruzamientos entre ciencia, artes y humanidades, bienestar social y mental, con unos toques de poiesis y eudemonía]

PARERGA Y PARALIPÓMENA

El libro fue publicado por primera vez en Berlín en 1851, cuando Schopenhauer tenía poco más de sesenta años —todavía un completo desconocido a pesar de haber sido, según su propia inmodesta opinión, el pensador más importante del mundo en los cuarenta años anteriores. Y de manera absurda pero precisa, el solemne y altisonante título en griego del libro tiene un significado muy modesto: Pequeñas notas secundarias y cosas pendientes que olvidé decir. Aquí, el experimento mental de Schopenhauer es imaginar a algún creador cósmico que se propuso inventar a los seres humanos, y propone que esta divinidad debe haber sido malévola o incompetente. ¿Por qué? Estamos diseñados, apunta, para requerir la comprensión amable de los demás, pero se nos ha proporcionado una capacidad muy limitada para explicarnos bien. Necesitamos desesperadamente aprender a ver el mundo a través de los ojos de los demás, pero la mayor parte del tiempo estamos encerrados en nuestro propio cráneo; no existe tal cosa como la transfusión instantánea de conciencias. Nos encanta sentirnos ligeros, tranquilos, relajados, pero nuestros cerebros se orientan hacia la agitación, el pánico y la preocupación. Se nos proporcionó un apetito tremendo por el sexo, la comida, la diversión y el lujo, pero, o no tendremos nunca suficiente y nos sentiremos vacíos o perseguiremos alguna de estas cosas tan desesperadamente que se nos arruinará la vida. Se nos inculcaron ideales basados en el amor al prójimo, pero somos incapaces de hacer que esto suceda con todos los prójimos. Somos muy buenos culpándonos o culpando a los demás, pero muy malos aprendiendo de los errores. Estamos dotados —como ningún otro animal— con un agudo sentido del tiempo que se escapa, pero no con la capacidad para hacer las paces con esta circunstancia, y batallamos y nos angustiamos, año tras año, con la muerte. Necesitamos tomar decisiones acertadas, pero nuestras mentes están configuradas de manera tal que tienen una sorprendente tendencia a llegar a conclusiones precipitadas y erróneas. Si la naturaleza humana ha sido creada, dice Schopenhauer, parece que hemos sido diseñados con un propósito claro: sufrir. El punto de este experimento mental no es hacernos sentir mal, sino normalizar que las cosas salgan mal. Es profundamente natural suponer que las cosas siempre deban salir bien en nuestra vida y que algún tipo de error (algún error de nuestra parte, además, sin tener en cuenta a nuestro contexto) es el que nos conduce a la desgracia, al dolor y la miseria. Inventamos todo tipo de proyectos para hacer la vida más conveniente, y a veces lo logramos, pero aun así nuestro sufrimiento continúa. Lo que Schopenhauer quizá está tratando de decir, entonces, es que el sufrimiento no es un detalle desafortunado y, en última instancia, descartable: está incorporado en la infraestructura de la condición humana. Parece ser uno de los mensajes más desagradables, oscuros, horribles y deprimentes que alguien podría intentar transmitir en un libro. Pero, ¿y si su efecto resulta ser inesperadamente inverso? Porque esto implica que la alegría, la amabilidad, la ternura, la cercanía y la tranquilidad son las raras excepciones, unas cosas especiales y precisamente maravillosas por ser tan infrecuentes: por lo que uno debería centrarse en aumentar el uso de esas cualidades en lugar de indignarse y desesperarse por las cosas que van mal. Es decir: pasar de lamentarse por que la vida sea una mierda a asombrarse cuando, de vez en cuando, pasen algunas cosas hermosas y buenas.

Arthur Schopenhauer. Fotografía de von Johann Schäfer (1855).

Carlos Castro Rincón