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CUADERNO DE INTEGRACIÓN SOCIAL

[entrecruzamientos entre artes y humanidades, bienestar social y mental, con unos toques de poiesis y eudemonía]

CUADERNO DE INTEGRACIÓN SOCIAL · espejos, ventanas, lentes

[entrecruzamientos entre ciencia, artes y humanidades, bienestar social y mental, con unos toques de poiesis y eudemonía]

AMISTAD

Durante el apogeo de la civilización mogol en la India surgió una idea notable: que la amistad espiritual e intelectual podía considerarse infinitamente más satisfactoria que el amor, y que debería ser el foco natural de todos los hombres y las mujeres iluminados. Durante el reinado de Shah Jahan (1628-1658), el quinto emperador mogol, todo el prestigio se dirigía hacia los placeres de la conversación —normalmente al aire libre, en compañía de unos pocos amigos— sobre las cosas más sentidas y serias: la relación de los seres humanos con lo divino, los propósitos del arte, el funcionamiento del mundo natural. Y de repente nos atrae la interpretación de tal escena por parte del pintor de la corte: Govardhan. Quizás nos gustaría sentarnos junto a esas figuras y tener una de las conversaciones más interesantes de nuestras vidas. Pero en estos tiempos el concepto —amistad— es desconocido. Invariablemente traducimos una invitación a sólo ser amigos como un plato de segunda mesa porque nuestra cultura romántica nos ha dejado continuamente, y desde pequeños, una cosa muy clara: el amor es el único propósito de la existencia; la amistad, en cambio, es secundaria. Pero si juzgáramos el amor por la forma en que las personas se comportan bajo su influencia tendríamos que entenderlo como una forma de locura muchas veces desagradable. A quienes amamos tendemos a honrarlos con nuestros peores humores, nuestras acusaciones más injustas, nuestros insultos más hirientes. Con lo amigos, por el contrario, somos pacientes, alentadores, curiosos, tolerantes, divertidos y, sobre todo, amables. En la amistad esperamos un poco menos y tal vez por eso perdonamos infinitamente más. Y la obra de Govardhan implica una paradoja: es la amistad la que nos ofrece el camino real hacia los placeres que el romanticismo asocia con el amor. Aquí es donde disfrutaremos del ingenio y la perspicacia que anhelamos. Hasta puede haber flores. Es probable que culturalmente hayamos cometido un error trascendental que nos ha dejado más solos y decepcionados de lo necesario. Toda una epidemia de soledad ha sido creada por la idea de que la única cura para el aislamiento es una relación romántica. Y es que en un mundo mejor nuestro objetivo más serio no sería localizar un individuo único con quien reemplazar a todos los demás seres humanos, sería poner nuestra inteligencia y energía en nutrir un círculo de verdaderos amigos con quienes podríamos sentarnos regularmente en el césped, explorar nuestras mentes y desnudar nuestras almas.

Govardhan. A Discourse Between Muslim Sages, ca. 1630.

Es posible que no digan nada, pero de vez en cuando hacen ruidos de asentimiento para que sepas que realmente te están siguiendo. Siempre quieren más detalles sobre lo que les estás contando. Nunca se ponen desafiantes ni complacientes. Con un gesto mínimo consiguen que amplíes lo que estás diciendo. Hacen que vuelvas a un punto del que te habías desviado. Quieren que digas por qué esa historia te importa tanto y qué estaba pasando realmente por tu cabeza cuando sucedió. No te juzgan prematuramente. No intervienen con soluciones fáciles y rápidas. Es un profundo placer ser escuchado adecuadamente. Nos volvemos más inteligentes, más encantadores, más reflexivos, en compañía de un amigo. Y es sorprendente lo complicado que es escuchar bien, dado lo mucho que habla todo el mundo. Creemos que le gustaremos a la gente por nuestro éxito y nuestra fortaleza, pero suele ser la revelación de los miedos, las dudas y las vulnerabilidades lo que abre la puerta de una amistad genuina. Después de un par de horas de esto, todo parece nuevamente posible.

Carlos Castro Rincón