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CUADERNO DE INTEGRACIÓN SOCIAL

[entrecruzamientos entre artes y humanidades, bienestar social y mental, con unos toques de poiesis y eudemonía]

CUADERNO DE INTEGRACIÓN SOCIAL · espejos, ventanas, lentes

[entrecruzamientos entre ciencia, artes y humanidades, bienestar social y mental, con unos toques de poiesis y eudemonía]

VENTANAS

Atardecer en una calle parisina. En un edificio residencial las luces se van encendiendo una a una. Las ventanas, que durante todo el día habían mostrado apenas un gris mudo, empiezan a revelar sus secretos. En cuatro plantas se escriben las primeras líneas de un puñado de cuentos. Arriba hay alguien sentado en un escritorio leyendo un correo electrónico demasiado cortés en el que se le explica que, después de todo, no consiguió el trabajo de sus sueños. A un apartamento —a un mundo— de distancia, al otro lado del rellano, una mujer se peina o tal vez le grita a una pareja con la que había soñado envejecer y que ahora solamente le produce decepción. En otro piso, dos hombres conversan acaloradamente; se están poniendo al día con el fútbol o uno está tratando de explicar que quiere dejar a su mujer por el otro. Un piso más abajo hay un hombre de pie, quieto y desamparado; no recuerda dónde puso las llaves o está pensando seriamente en la muerte por primera vez. No podemos conocer los detalles, pero de la imagen emana una impresión general: estamos siendo testigos de las viñetas de la caleidoscópica y rara vez contada historia común de las pasiones humanas. La vida es difícil para todo el mundo y, sin embargo, por razones muchas veces arbitrarias, vivimos nuestras batallas por separado, en pequeñas islas iluminadas, incapaces de ofrecer a los demás el intento de comprensión que anhelamos profundamente para nosotros mismos. Lo increíble es que sólo llevamos unos cientos de años viviendo en semejante grado de separación. Durante la mayor parte de nuestra historia colectiva vivimos en pequeños grupos muy unidos. Nuestra especie creció alrededor de fogatas. Pero a pesar del aislamiento, la imagen también consagra cierta idea de esperanza. Si pudiéramos mirarnos colectivamente con la curiosidad y la generosidad que inspira a Gail Albert Halaban, la vida no tendría por qué ser tan amarga y tan dura. Una foto como esta puede darnos el impulso imaginario que necesitamos para no sentirnos tan solos en nuestra atronadora soledad.

Gail Albert Halaban. 14 Mai, Cour des Petites Écuries, Paris 10, Brice, 2013.

Carlos Castro Rincón