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CUADERNO DE INTEGRACIÓN SOCIAL

[entrecruzamientos entre artes y humanidades, bienestar social y mental, con unos toques de poiesis y eudemonía]

CUADERNO DE INTEGRACIÓN SOCIAL · espejos, ventanas, lentes

[entrecruzamientos entre ciencia, artes y humanidades, bienestar social y mental, con unos toques de poiesis y eudemonía]

MEDITACIÓN

Muchas veces maniobramos por el mundo bajo la suposición de que si vale la pena tener un pensamiento eventualmente se manifestará solo, por lo que no hay necesidad de ir a esperarlo atentamente, como un pescador, a la orilla del río de la conciencia. Total, vendrá cuando quiera. Pero otra visión propone algo completamente diferente: de vez en cuando hay que concertar una cita con los pensamientos más importantes. La mente es un lugar caótico y confuso, presa constante de distracciones y evasiones, y muy poco inclinada de forma natural a lidiar con asuntos sustanciales, de suma importancia emocional o existencial. A la mente le gusta retozar en la superficie, ir a la deriva, como una nutria. Por lo tanto, recomienda la tradición oriental, sería bueno reservar un tiempo, podrían ser unos minutos antes de dormir, en el que hacer un esfuerzo activo por ralentizar algunas corrientes de pensamiento y concentrarse en aquello que nos devuelva a cierto estado de equilibrio. La meditación podría comenzar con una simple pregunta directa: ¿qué es lo que podría estarme preocupando ahora mismo? La sugerencia sueña extraña, puede que ni siquiera uno se haya dado cuenta de que estaba preocupado, pero seguramente encuentra un puñado de preocupaciones listas para molestar, como mosquitos sobrevolando una lámpara en una noche de verano. Entonces hay que analizar cada uno de esos pensamientos con paciente y amable diligencia: ¿qué debería hacer con?, ¿existe una mejor manera de? A continuación se pueden también considerar las formas sutiles u obvias en las que algo o alguien en el mundo podría habernos causado algún daño (insignificante, mínimo, moderado, extensivo, extremo, catastrófico) recientemente; y es que uno tiende a darse demasiadas ínfulas de fuerte y valiente por su propio bien, pero cada día trae consigo una nueva gama de desaires que poco a poco debilitan el espíritu cuando no se procesan adecuadamente. Habría que reformular los insultos dados o recibidos, explicarse por qué alguien podría haber actuado con crueldad o altivez y, si se puede, perdonar a quien era evidentemente incapaz de hacerlo mejor. Y la meditación podría terminarse anticipando el futuro: ¿hacia dónde debería intentar dirigirme?, ¿qué sigue siendo emocionante y estimulante de hacer?, y luego impulsar el pensamiento más allá: ¿y ahora qué? Después de tales investigaciones la mente se sentirá como un lugar menos agobiante, incluso menos aterrador. Se habrán conquistado nuevos territorios internos. Es un proceso invisible, excepto por el temblor ocasional de los ojos tras los párpados cerrados. Pero es, sobre todo, gratis.

Sección de la cubierta de El libro de la almohada (Alianza Editorial), de Sei Shōnagon.

Carlos Castro Rincón