DOS TRAYECTORIAS
NEGRA
Con mucha frecuencia P se ve arrojado a estados de extrema ansiedad por su afán de elegir entre opciones, en situaciones en las que carece de toda la información necesaria, por lo que que no puede estar seguro del futuro. Digamos que esto lo pone en un estado de angustia existencial. Y justo en esos momentos, vale la pena recordarle que la disyuntiva real casi nunca es entre el error y la felicidad, sino entre distintas variedades de sufrimiento. O al menos eso le diría, en un arrebato juguetón, pero sombríamente realista y enfurecido, el filósofo danés de principios del siglo XIX Søren Kierkegaard, en O lo uno o lo otro: «Cásate y te arrepentirás, no te cases y también te arrepentirás; te cases o no te cases, te arrepentirás de todos modos. Ríete de las locuras del mundo, te arrepentirás; llóralas, también te arrepentirás. Confía en una muchacha y te arrepentirás; no confíes en ella, igual te arrepentirás. Ahórcate, te arrepentirás, no te ahorques y también te arrepentirás; te ahorques o no te ahorques, te arrepentirás de todas maneras. Esta es, damas y caballeros, la esencia de toda filosofía». P es un desgraciado, como todo el mundo. Tomará decisiones desastrosas, tendrá relaciones funestas, se embarcará en carreras equivocadas, invertirá tontamente sus ahorros y pasará años en amistades con bribones poco confiables y decepcionantes. Pero algo puede consolar a P desde ya, aunque sea una amarga verdad: no tiene mejores opciones, pues las condiciones de la existencia son más intrínseca que accidentalmente frustrantes. Puede haber, qué curioso, un alivio persistente en el conocimiento de la inevitabilidad del sufrimiento. Al final, no son las partes más negras de la vida las que condenan a P, sino un conjunto de esperanzas desacertadas.
BLANCA
Ahora imaginemos que parte de la razón por la que P sufre más de lo que debería es que no tiene una visión lo suficientemente heroica de sus problemas. Nunca se felicita por lo que ha sido capaz de hacer. Descarta todo a lo que se ha enfrentado en términos menores: fue sólo una ruptura, fue una depresión pasajera, fue un despido nada más, fue tan sólo una enfermedad. Su modestia le drena el coraje y el amor propio. Muchos de los llamados pequeños desafíos requieren una fuerza y una fortaleza sobrehumanas. P debe tener cuidado de pretender que cualquier parte de la vida es más fácil de lo que realmente es. El artista suizo Cuno Amiet nos muestra un esquiador que lucha a través de la nieve en una colina cerca de su casa en la aldea de Oschwand, cerca de Berna. El lienzo (en el Museo d'Orsay de París) es enorme, de cuatro metros por cuatro, y la figura es proporcionalmente minúscula. Podemos sentir el frío y el esfuerzo de mover los esquís por la blancura infinita. En el espíritu de Amiet, P podría beneficiarse al adoptar una perspectiva más épica en su propia trayectoria por la vida. Cada etapa puede no parecer tan especial, pero ha tenido que trabajar muchísimo. Quizá le llevó tres años salir de una relación descorazonadora, con sus interminables discusiones y esa multitud de ingeniosas mentiras que tuvo que desmontar. Cuánto tuvo que aprender para poder valerse por sí mismo, algo que nunca le pasó de forma natural. Cuánto tuvo que trabajar para salir de una carrera que había comenzado exclusivamente para complacer a sus padres. Le tomó una década entera entender lo que quería y estar en condiciones de pedirlo o procurárselo. Cuánto tuvo que combatir contra la timidez para hacer los pocos amigos que ahora atesora. P ha estado caminando sobre la nieve durante mucho tiempo. Y a veces el simple hecho de estar ahí, de seguir en pie, es una hazaña trascendental.