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CUADERNO DE INTEGRACIÓN SOCIAL

[entrecruzamientos entre artes y humanidades, bienestar social y mental, con unos toques de poiesis y eudemonía]

CUADERNO DE INTEGRACIÓN SOCIAL · espejos, ventanas, lentes

[entrecruzamientos entre ciencia, artes y humanidades, bienestar social y mental, con unos toques de poiesis y eudemonía]

CUIDAR

Puede ser difícil encontrar belleza en las cosas que tenemos que hacer todos los días y en los entornos inmediatos en los que vivimos y convivimos. Tenemos un trabajo al que acudir, facturas que pagar, una casa que limpiar. Tenemos que seguir funcionando y a veces nos molestan profundamente las demandas que esas cosas nos hacen. Porque parecen estar alejándonos de nuestras verdaderas ambiciones, interponiéndose en el camino hacia una vida mejor. El arte, y los museos, se sienten lejos de todo esto: son para un día libre, un lugar curioso para visitar en vacaciones. Y este cuadro en sí podría esquivarse fácilmente. Es la encarnación de lo que se considera aburrido, banal, cotidiano, para nada sexy. Pero la imagen (una escena de género protagonizada por dos mujeres que colocan la ropa blanca en el armario, una señora y su sirvienta, o madre e hija) conmueve porque uno puede reconocer la verdad de su mensaje. Si tan siquiera, como Pieter de Hooch, supiéramos cómo reconocer el valor de las rutinas diarias, quizá muchas de las cargas se aliviarían. Aquí se le da voz visual a una actitud curiosa: los grandes temas de la vida —la búsqueda de la prosperidad, de la felicidad, de las buenas relaciones— siempre se basan en la forma en la que abordamos las pequeñas cosas. El marco de la puerta que permite ver otra estancia, la puerta de la calle abierta y más allá, el mundo, y la escultura encima del dintel de la puerta nos dan una pista: representan dinero, amor, estatus, vitalidad, aventura. Pero cuidar la ropa blanca no se opone a estos grandes anhelos. Es, más bien, la ruta hacia ellos. Siempre podemos aprender a ver el encanto de quienes cuidan las cosas, de quienes cuidan a las personas. Es algo difícil de sostener, desde luego, porque constantemente se nos taladra la cabeza con otros mensajes. Esta pintura es minúscula en un mundo grande y ruidoso, pero que todavía haya un puñado de gente que la venere es fantástico: indica que podemos reconocer, en el fondo, que Pieter de Hooch ha demostrado, conmovedoramente, un punto importante sobre la rutina y el cuidado.

Pieter de Hooch. El armario de la ropa blanca, 1663.

Carlos Castro Rincón