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CUADERNO DE INTEGRACIÓN SOCIAL

[entrecruzamientos entre artes y humanidades, bienestar social y mental, con unos toques de poiesis y eudemonía]

CUADERNO DE INTEGRACIÓN SOCIAL · espejos, ventanas, lentes

[entrecruzamientos entre ciencia, artes y humanidades, bienestar social y mental, con unos toques de poiesis y eudemonía]

MONTAÑAS, VACAS

Las montañas no fueron hechas para enviarnos mensajes. Nadie las creó para articular una filosofía. Pero eso no significa que no estén bien posicionadas para hacernos pensar, especialmente cuando se enmarcan en el talento del artista suizo Ferdinand Hodler. Estamos mirando los siete picos interconectados de la cordillera Dents du Midi, que se elevan en una vertical casi hasta 3.000 metros desde el suelo del fértil valle de la región suiza de Valais, creando una asombrosa e infranqueable pared de granito coronada durante seis meses del año con capas de hielo y nieve visitadas apenas por algún que otro buitre o marmota. Bueno, la pregunta podría ser la siguiente: ¿y si buena parte de algunos de nuestros peores malestares psicológicos se debiera a que constantemente nos creemos menospreciados por un mundo que se niega a brindarle el respeto y el reconocimiento que uno se empeña todo el tiempo en merecer? Una forma de apaciguar ese magullado sentido de excesiva importancia es que algo definitivamente más poderoso que cualquier ansia humana nos haga sentir minúsculos con una fuerza definitiva y magistral. Esa sensación de que los demás nos pasan por alto y nos tratan mal puede apagarse por la impresión de cuán mezquinos e insignificantes son todos los esfuerzos individuales en comparación con las fuerzas indomables de la naturaleza, cuyos picos, creados hace millones de años por las ondulaciones titánicas de la corteza terrestre en indomables colisiones continentales, son, quizá, un símbolo especialmente impresionante de esto: a la sombra de las cimas importa un poco menos que nuestros proyectos hayan sido rechazados o nuestra reputación haya sido manchada o que hayamos sido incomprendidos por amigos o familiares. Sin embargo, las verdaderas estrellas del cuadro de Hodler (entre los últimos que pintó, porque murió dos años después) no son las montañas, sino las tres inteligentes vacas en el borde del campo. No les importamos y, con la misma audacia, tampoco les importa el espectacular paisaje montañoso. Están centradas exclusivamente en encontrar su próximo bocado de hierba y disfrutar de los cálidos rayos del sol de agosto. Ninguna de las locuras que nos agitan encuentran correspondencias en sus corazones. No son eruditas ni monjes pero, gracias a la buena suerte de su constitución biológica, esas vacas han alcanzado un estado de benigna indiferencia y serena aceptación del destino que los humanos más sabios luchan por alcanzar de viejos, tras toda una vida de devotos esfuerzos.

Ferdinand Hodler. Les des Dents du Midi de Champéry, 1916.

Carlos Castro Rincón