ECONOMÍA
Las injusticias económicas del mundo han perturbado a muchos pensadores. Es evidente que el dinero no equivale al esfuerzo y que la virtud rara vez es recompensada. Hay personas talentosas, amables y trabajadoras que no ganan nada, y personas perezosas, rapaces y mezquinas que cosechan fortunas. Las soluciones propuestas han sido, sobre todo, políticas y económicas: tocar los impuestos, redistribuir la riqueza, mejorar el sistema educativo. Sin embargo, estas medidas pueden tardar mucho tiempo en ponerse en marcha y los resultados suelen ser inciertos. El arte ofrece una solución más segura e inmediata: una transformación en la economía simbólica del respeto. En este sentido, el pintor holandés del siglo XVII Nicolaes Maes fue un pionero. El trabajo doméstico en su época –como en la nuestra– tenía un estatus muy bajo. Las personas con poca educación que realizaban los llamados trabajos serviles ganaban una miseria y eran, a todos los efectos, invisibles. A su manera, Maes ha creado una revolución con un pincel. Ha tomado a una persona aparentemente subordinada y despreciada y ha transformado por completo su condición, pero no material, sino psicológicamente. Incrementó el grado de respeto que podemos ver que se le debe. Su retrato nos muestra la dignidad de la joven, su cuidado, su modestia, su bondad y su carácter espiritualmente elevado; no tenemos ninguna duda de que estamos en presencia de una persona extraordinaria. En un mundo perfecto, la virtud provocaría automáticamente una recompensa económica. Maes nos ofrece la mejor alternativa: una reevaluación del estatus. El dinero seguirá siendo distribuido injustamente durante mucho tiempo, y el arte por sí solo no podrá cambiar quién es rico y quién es pobre. Sin embargo, sí puede alterar la forma en que se percibe al rico y al pobre. Puede rescatar del ninguneo y los prejuicios a quienes trabajan en la sombra pero merecen firmemente ser estimados.