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CUADERNO DE INTEGRACIÓN SOCIAL

[entrecruzamientos entre artes y humanidades, bienestar social y mental, con unos toques de poiesis y eudemonía]

CUADERNO DE INTEGRACIÓN SOCIAL · espejos, ventanas, lentes

[entrecruzamientos entre ciencia, artes y humanidades, bienestar social y mental, con unos toques de poiesis y eudemonía]

SENTIMENTALISMO

Seamos francos: esta es una mala pintura. No debido a ningún defecto técnico —Fildes era un dibujante talentoso—, sino por un fallo de madurez. Uno que podemos capturar con una sola palabra: sentimentalismo. La vida es difícil para todo el mundo: muchas veces uno está al borde del desastre. Nadie puede escapar de su cuota de desolación, más grande o más pequeña. Desde luego, las situaciones más desagradables no afectan a todo el mundo por igual, pero lo que sí es seguro es que muchas cosas desagradables nos sucederán a todos a lo largo de la vida. Y en relación a esto, algunas mentes son propensas a caer en una desafortunada tentación: negar la oscuridad, tratar de evitar las noticias que llegan del lado maldito de la naturaleza humana, huir de los hechos ásperos, negarse a mirar el sufrimiento y mantener la atención siempre distraída, ocupada y obsesionada con todo aquello que sea exclusivamente feliz, placentero y esperanzador. Y curiosamente, podemos observar esta tentación con particular claridad aquí en el arte sentimental, un estilo que floreció en Europa y Estados Unidos a mediados del siglo XVIII y siguió hasta finales del XIX, un arte que representa escenas y personas siempre con un brillo sobrenatural, retocadísimas y perfectas: niños jugando, ángeles bailando, amantes abrazándose, campesinos alegres arando sin queja ni esfuerzo y perros siempre leales descansando a los pies de sus amos benignos. Esta pintura es «mala» porque intuimos que está en juego un problema de orden psicológico: percibimos un rechazo a considerar cualquier cosa que pueda ser incómoda acerca del matrimonio. Su obra cultiva una versión sumamente editada del amor. Se aparta de cualquier compromiso con sus lados oscuros: la traición, el aburrimiento, la negatividad, la decepción. Y quizá no es tanto que Fildes haya elegido mirar al mundo con alegría como que haya sido incapaz de enfrentar su tristeza, atrapado en una sonrisa forzada, víctima de una insistente incapacidad para enfrentar la compleja naturaleza de la realidad. Es el equivalente, en el campo del arte, a las personas que nos preguntan cómo estamos y que son incapaces de escuchar la respuesta si contiene algo molesto o angustiante. Entonces el aparente buen rollo de La boda del pueblo no es un logro; es el fruto de una rigidez impulsada por los escrúpulos. Pero como saben los grandes artistas y las parejas sabias, podemos tener relaciones lo suficientemente buenas sin necesidad de que sean perfectas.

Luke Fildes. La boda del pueblo, 1883.

Carlos Castro Rincón