SERVICIO
Servicio: impulso de dedicarnos al bienestar de los demás a través de nuestro trabajo. Muy pocos lo conciben como algo natural. Se nos anima a pensar que somos consustancialmente criaturas egoístas o indiferentes, y que para que se nos atienda tenemos que pagar, que para que se nos atienda muy bien tenemos que pagar muy bien. Pero llama la atención hasta qué punto lo que realmente le pedimos a un trabajo es la sensación de que somos capaces de aumentar el placer o disminuir el sufrimiento de los demás a través de lo que hacemos, cualquier cosa. Cuando este sentimiento no está disponible no hay cantidad de dinero en el mundo que pueda compensarlo, y cuando está muy presente ni siquiera el ingreso más modesto puede restarle valor. Algunos trabajos se ajustan fácilmente a la idea de servicio: el enfermero y la cuidadora, el trabajador social y la psicóloga, por ejemplo, no tienen ninguna duda de que se encuentran en esa situación. Pero hay formas menos dramáticas pero igualmente esenciales de satisfacción relacionada con el servicio que se encuentran en una variedad de tareas menos obvias: limpiar el piso de una oficina, pintar una casa o unas uñas, hacer pan, aclarar las cuentas de una empresa, entregar cartas o paquetes, ayudar a un tenista en ciernes a mejorar su revés, reponer existencias, bañar perros, calcular la estabilidad de un puente. Cuando vemos a todo trabajo como una manera de estar al servicio podemos rastrear una conexión entre las cosas que hacemos y una contribución mínima pero real a la mejora de la humanidad. Todo sería más simple si todo lo que quisiéramos obtener de un trabajo fuera dinero; sin embargo, queremos algo mucho más ambicioso, mucho más complicado y mucho más reconfortante: la sensación de haber marcado la diferencia.